Roma es una ciudad que despierta los sentidos de cualquiera, un lugar donde la magia, el arte, la cultura y la historia se funden para maravillar a todo el que la visita, a cada paso, en cada rincón y en cada esquina. Capital del antiguo y todopoderoso Impero Romano, la ciudad cuenta todavía con numerosos vestigios de aquel glorioso pasado, entre ellos el imponente Coliseo, una de las estructuras más espectaculares del mundo y considera como una de las Maravillas de nuestro planeta. Encontramos también numerosos museos de historia y arte, así como iglesias, casi en cada esquina, templos que son una auténtica delicia para los que disfrutan del arte en su máximo esplendor. Los artistas romanos renacentistas dotaron a la ciudad de una belleza absolutamente inimitable, y por eso Roma recibe millones de visitantes cada año.

Muchos no se quedan solo en la ciudad y en todo lo que les ofrece, sino que se internan en una pequeña nación, el país más diminuto del mundo, que se encuentra también en el corazón de Roma. Hablamos de la Ciudad del Vaticano, lugar de residencia del Papa, cabeza visible del catolicismo y una de las figuras religiosas más importantes del mundo. Aunque el poder de la Iglesia ya no es el mismo que hace siglos, está claro que el Vaticano sigue siendo un lugar de culto importantísimo, y seamos religiosos o no, visitarlo es imprescindible para disfrutar de Roma de verdad. No solo por lo que representa ese diminuto país, sino sobre todo por la gran cantidad de obras artísticas que encontramos en su interior. Una de las más destacadas se encuentra en la Bóveda de la Capilla Sixtina, el techo de dicho templo, que fue ideado y dibujado por el genial Miguel Ángel hace cinco siglos, dotándolo de una magia que perdura hasta hoy día.

Miguel Ángel, autor de esta obra

Para muchos, Michelangelo Buonannotti es, seguramente junto con Leonardo Da Vinci, el máximo exponente del arte renacentista. Miguel Ángel realizó cientos de obras a lo largo de sus casi cien años de vida, y se convirtió, ya en su momento, en la figura más destacada del arte en su país. Escultor, arquitecto  y pintor, desarrollaba su talento en esas tres artes de la misma manera. Sus esculturas siguen siendo hoy estudiadas por la perfección con la que era capaz de dar vida al mármol, en estatuas como La Piedad o el David. De entre su obra pictórica, la más influyente es sin duda la Bóveda de la Capilla Sixtina, una descomunal demostración del talento espectacular que poseía.

Miguel Ángel demostró desde muy joven aptitudes para la pintura y el arte, aunque su auténtica pasión era la escultura, a la que se dedicaba casi en exclusiva gracias a la aportación de sus mecenas de Florencia, los Medici. Viajaba entra la ciudad florentina y Roma, donde tenía a sus otros grandes mecenas, los Papas, que le pedían normalmente obras pictóricas. Con poco más de treinta años, el papa Julio II le encargó la realización de un mural en la bóveda de la principal capilla del Vaticano, la Capilla Sixtina. Si bien Miguel Ángel prefería trabajar la escultura, aceptó el encargo y durante cuatro años desarrolló un dibujo que hoy en día está considerado como una de las obras murales más complejas de la historia.

Un encargo del papa Julio II

Corría el año 1508 y en el Vaticano gobernaba el papa Julio II, que había llegado solo cinco años antes al Sillón de Pedro. Julio II mostraba su interés en la guerra y en la actividad política, pero también era un humanista, y acogió a artistas como Rafael o el propio Miguel Ángel, ofreciéndoles proyectos para que adornaran con sus pinturas y esculturas varias zonas del Vaticano. El papa escogió a Miguel Ángel para la realización de las pinturas en la bóveda de la Capilla Sixtina por su estilo perfeccionista, aunque el artista no disfrutaba tanto de la pintura como de la escultural. El encargo, sin embargo, fue aceptado y la realización de aquel mural, de casi 500 metros cuadrados, se llevó a cabo entre 1508 y 1512.

Análisis de la bóveda de la Capilla Sixtina ¿qué encontramos en ella?

La complejidad de la pintura de la bóveda sigue sorprendiendo todavía hoy, quinientos años después, incluso a los mayores expertos en arte. Miguel Ángel se encargó de dibujar todos y cada uno de los detalles de esta gran pintura por su cuenta, sin ayudantes ni colaboradores, por lo que tardó cuatro años en terminarla. La bóveda está estructurada en numerosas secciones, representando todas ellas diferentes visiones de mitos e historias bíblicas, y de la tradición católica. Por ejemplo, en  la parte central, la más importante, encontramos la representación de las nueve historias del Génesis, el principio de los tiempos, la propia Creación del mundo y del ser humano por parte de Dios…

Encontramos también a los ignudi, adolescentes desnudos que vendrían a representar a los ángeles, portando escudos en los que también se pueden encontrar detalladas escenas del Antiguo Testamento. Las pechinas ubicadas en las esquinas, dentro de los triángulos simulados para darle una estructura a la bóveda, nos muestran escenas importantes para la salvación del pueblo de Israel, mientras que en otros triángulos encontramos también a los Profetas y las Sibilas, y bajo ellos, una representación de los antepasados de Cristo, en los lunetos. Todas estas escenas conforman una de las broas artísticas más complejas e impresionantes de todos los tiempos, que influyó decisivamente en la imaginería religioso que vino después, pero también en la propia manera de entender el arte y la pintura.

Desarrollo de la obra

Miguel Ángel aceptó el encargo del papa Julio II para cambiar la bóveda azul y estrellada típica de los templos paleocristianos por una pintura que representase las historias de la Biblia. Aquello sucedió en 1508, y la única condición que el artista puso fue la de trabajar solo. Por su cuenta logró dibujar absolutamente todos los detalles que vemos hoy en día en la cúpula de la capilla, empleando en ello cuatro años. En otoño de 1512, la capilla estaba terminada, y el 1 de noviembre, día de Todos los Santos dentro del Cristianismo, se celebró  la primera misa en el templo, ya con la pintura de Miguel Ángel terminada. El papa Julio II murió en 1513, tan solo unos meses después, pero al menos pudo disfrutar de la obra terminada, siendo tenido en cuenta por la historia como el mecenas de tan imponente creación.